Epílogo para una gran ciudad: la ciudad como mancha de aceite (1/3)
19 noviembre, 2010Roma, a finales del siglo XVI y gracias al Papa Sixto V, sufrió una transformación urbanística única y sin precedentes. Tanto el residente romano, que presagiaba el cambio, como el visitante romero, atraído por una renovada Tierra Santa, pudieron mantener, a partir de entonces, un discurso receptivo con los nuevos edificios y las esculturas barrocas que se estaban construyendo, que se habían situado estratégicamente en puntos focales del recorrido que todo peregrino, o no, debía realizar en su vía crucis.
Los aspectos estéticos, visuales y artísticos adquirieron progresiva relevancia y, como en un gran teatro, la ciudad se convirtió en espectáculo y las calles, junto a las plazas, en lugares de encuentro, comunicación y vivencias. El ciudadano vivía vinculado a sus expresivos monumentos y la ciudad evolucionaba y crecía alrededor de ellos.