Cómic, el arte denostado |
Cómic |
Escrito por Marcos A. Cañada |
Martes, 28 de julio de 2009 11:50 |
El cómic es un medio de expresión que algunos tildan de menor, frívolo e incluso ligero. Me niego a creer –y he tenido mis dudas– que sea un arte menor. Desde la tira cómica, pasando por el magazine de superhéroes, hasta la novela gráfica de mayor calado, el cómic ha tenido una influencia fundamental en el arte, y especialmente en el cine. Es evidente su influencia en superproducciones americanas con toda clase de superhéroes, pero también en títulos de peso específico, como Una historia de violencia, Persépolis o Vals con Bashir. El cómic atrapa y, una vez que lo ha hecho, puedes tratar de alejarte de su universo, pero ya no te suelta, quedas irremediablemente abducido. Ofreceré algunos datos dignos de consideración: los cómics tienen un promedio de 35 páginas y 124 ilustraciones; el precio de un ejemplar oscila entre 1 y 140 000 euros. En Estados Unidos se venden 172 000 cómics al día, más de 62 780 000 al año. El coleccionista medio estadounidense posee 3312 cómics, y pasa aproximadamente un año de su vida leyéndolos. El viernes pasado concluyó la Comic-Con de San Diego (la convención internacional del cómic más importante del mundo) que atrajo, en cuatro días, a unas 150 000 personas, y a figuras como Peter Jackson, Tim Burton, James Cameron o Terry Gilliam; lo que nos devuelve a esa extraordinaria atracción que existe entre cómic y cine. En Japón el manga es un auténtico fenómeno de masas. Sirva este dato para mostrar la magnitud del fenómeno: en 1999 el 40% de todos los libros y las revistas publicados en Japón eran de manga. El manga erótico y pornográfico –hentai– supone la cuarta parte de las ventas totales. El cómic europeo es más opaco en sus cifras –prima menos la industria y quizás más los criterios artísticos–: las editoriales recelan de dar demasiados datos, pero sólo en España, en 2007, se vendieron 150 000 cómics de la saga de Astérix.
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El cómic es el reflejo de nuestras realidades: bondad, maldad, humor, fantasía, denuncia social, etc. Ello me lleva a pensar que los hombres maduramos de arquetipo en arquetipo: de hijo a vagabundo; de vagabundo a guerrero; y a partir de ahí, si se tiene suerte, a amante, a marido, a padre, a rey, a sabio y a místico. Yo me hallo en la fase de marido y padre, pero en ocasiones vuelvo a la de vagabundo y guerrero. ¿Será por el cómic? Ni Roy Lichstenstein ni Andy Warhol pasaron por alto el inmenso poder iconográfico del cómic. Julian Opie también lo ha entendido. Y usted: ¿aún duda de que sea arte y que merezca la pena dejarse abducir? Seguiremos informando. |
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