Naturaleza hiperrealista en el cañaveral de Marcos: Cañada real en el Jardín Botánico |
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Art |
Written by Francisco Javier Villalba Bueno |
Tuesday, 10 January 2012 18:37 |
Marcos posee experiencia como ilustrador, fotógrafo y retratista, facetas todas que se superponen y se complementan en su oficio pictórico. Esto lo puedo decir a plena conciencia de no incurrir en desmaño o inexactitud, pues se da el caso de que he tenido la oportunidad de compartir con Marcos espacio co-creativo en diversas ocasiones: Marcos ha ilustrado algunos de mis artículos; yo he escrito diversas páginas de un proyecto que hace tiempo que nos traemos entre manos. Incluyo expresamente entre estas ocasiones cooperativas nuestros intercambios de impresiones en materia de artes plásticas y cinematografía —casi siempre a tres voces, ya que Sergio Romero suele cerrar esa terna dialéctica—, un ámbito de cohesión y disensión que siempre he contemplado como entorno colaborativo, de creación y desarrollo intelectual: doy fe de que lo que no alcanza a interpretar el ojo literario suele alcanzarlo el pictórico. Recuerdo una ocasión en que Marcos dijo que si él fuera director de cine, sería John Houston. Yo, con mi acostumbrado prurito lingüístico, propuse una leve variación que trasciende aquel momento y adquiere valor precisamente ahora que Marcos abre, en el Jardín Botánico, una cañada cada vez más real de sí mismo y su trabajo. «A ti te gustaría ser como John Houston, no ser John Houston», maticé. Y él estuvo de acuerdo. Doy fe de que no siempre lo estamos. Marcos quiere ser tanto el John Houston de La noche de la iguana como el Ridley Scott de Los duelistas, tanto el Martin Sheen de Apocalypse now como el Viggo Mortensen de Promesas del este, tanto Camille Corot como Carlos de Haes, tanto John Constable como un prerrafaelita. Marcos nunca ha negado ni ocultado sus influencias; de hecho, no evita subrayar a sus maestros. Precisamente el hecho de haber caído en una suerte de marmita multicapa, obelíxtica y plurirreferencial parece haberle facultado para sintetizar, como ocurre en esta muestra, tres esencias de máximo nivel, que logra hacer suyas: Antonio López, Richard Estes y Lynn Boggess. Marcos no es Antonio López, ni es Richard Estes ni Lynn Boggess: es como Antonio López, Richard Estes y Lynn Boggess tamizados por el Marcos ilustrador (Moebius y Enki Bilal descuellan entre la maleza) que triangula pintura y dibujo con fotografía (la obra de José María Mellado y las composiciones de Andreas Gursky también alientan en su cañaveral creativo). Doy fe de que Marcos es Cañada. Si el Marcos fotógrafo se decanta por el paisaje natural y el ilustrador por el paisaje urbano, el Marcos pintor se interesa por ambos, pero el tratamiento que hace de cada uno es bien distinto: en el Marcos urbano predomina el trazo del dibujante, preciso, con perspectivas acusadas, puntos de fuga distantes y espacios con profundidad. Las composiciones presentan un primer plano diáfano y la entrada al lienzo suele venir definida por enseñas reconocibles en López y Estes: el vehículo en un margen de la calzada, con un neumático orientado hacia el asfalto bruñido por un camión de riego que dejó la escena minutos antes, o quizás por una lluvia ligera de nubes de paso; las flechas sobre el pavimento, como en la Gran Vía del pintor manchego, que Marcos ubica en Andalucía y que proporcionan la entrada al lienzo o guían la trayectoria de un autobús que no circula por Kewanee, Illinois, sino por el la Gran Vía de Granada; hay cristales, reflejos, texturas trabajadas por la pátina urbana. En el paisaje natural, sin embargo, Marcos atenúa esa figuración del paisaje urbano y se desdibuja. Hay una fuerza expresiva distinta en su naturaleza a través de la intuición, matices y oficio. En este contexto Marcos tiende a una atenuada abstracción mediante el uso de la mancha y la espátula. La naturaleza es interpretada con otra garra, otro valor y otros colores. La divisa de Lynn Boggess asoma en el horizonte a través de la vibración del agua, los reflejos y una vegetación profusa y relevante. Hacia los interiores boscosos dominan las explosiones de verdes, apenas queda lugar para el cielo. Son paisajes conscientes de su propia autoridad, cerrados sobre sí mismos, diametralmente opuestos a los urbanos.
Esta exposición en el Jardín Botánico malagueño representa una oportunidad fundamental para conocer la obra de este artista que una vez quiso ser John Houston y cada día es más Cañada. Aún nos debe una exposición de retratos. Doy fe nuevamente.
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